Acumular tensiones por ataques de ira puede verse traducido en algunos padecimientos físicos.
Nacemos y ya llevamos dentro de nosotros la ira. También el miedo y el dolor. Estas emociones vienen al mundo con cada ser humano, independientemente de las circunstancias en las que cada uno haya nacido. Del nacimiento en adelante, cada uno de esas realidades subjetivas se moldeará y tomará el curso que el entorno induzca.

La ira tiene distintos niveles. Van desde la molestia o la irritación por alguna contrariedad, hasta la pasión ciega que lleva a los actos más destructivos del ser humano. Es, de hecho, una de las emociones más intensas que se pueda llegar a experimentar. También una de las más dañinas. Tanto si explota, como si se reprime, termina enfermando.
La ira enferma
Tanto las medicinas alternativas como la medicina convencional insisten en que todas las enfermedades tienen componentes emocionales. Desde el punto de vista de los enfoques holísticos, toda enfermedad es una emoción no resuelta. Cuando esa emoción llega a su grado más superlativo, es capaz de deteriorar significativamente la salud e incluso conducir a la muerte.
Esas perspectivas señalan que cada emoción impacta particularmente alguna zona del cuerpo. En el caso de la ira, se sabe que tiene efectos principalmente sobre toda el área del tronco y del estómago.
La ira toma muchas formas. Resentimiento, rencor, odio, etc. Todas esas formas terminan generando consecuencias en la salud. En realidad son auténticas bombas de tiempo que acaban manifestándose como cálculos biliares, problemas en la vesícula y diferentes desórdenes digestivos.
Diferentes efectos sobre el organismo
Recientemente, los investigadores de la National Institute on Aging realizaron una investigación en torno a los efectos de esta emoción sobre el organismo. Las conclusiones del estudio fueron publicadas en el Journal of the American Hearth Association. Allí se verificó que quienes permanecían invadidos de ira sí solían presentar huellas de esa emoción en su cuerpo.
Se comprobó que quienes se enojan con frecuencia tienden a presentar anomalías en las arterias carótidas. Esto, por supuesto, aumenta el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular. Así mismo, descubrieron que quienes tienen un carácter de tipo “antagónico”, es decir, muy conflictivo, usualmente presentan engrosamiento de las paredes arteriales.
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