Walter Mehrer L
Algunas personas son más capaces de aceptar los sucesos sin quedar enredados en los porqués. En cambio, para otros la necesidad de hallar respuestas viene desde la infancia.
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¿Cómo puede comprender un niño por qué uno de sus padres lo abandona, lo rechaza o lo maltrata?
Crecer en uno de estos entornos conduce a una sensación de indefensión que acompaña durante toda la vida, en la que el individuo se siente incapaz de manejar su propio rumbo y circunstancias. Por ello, es común que surja una necesidad de vigilar, comprender y encontrar datos que nos permitan sentir que tenemos algún control.
¿Quién es el culpable?
Así, continuamos aplicando este hábito mental en distintas situaciones. ¿Por qué no soy popular entre los compañeros de clase?, ¿por qué este amigo se ha ido de mi vida?, ¿cuál es la causa de la infidelidad de mi pareja? Necesitamos respuestas y esto se traduce, la mayoría de las veces, en buscar culpables.
Nosotros
En primer lugar, podemos culparnos a nosotros mismos por no haber hecho las cosas de diferente manera, por ser débiles, por ser insuficientes, por no ser válidos. Si nos sentimos causa, terminaremos culpabilizándonos, castigándonos psicológicamente y destrozando nuestra autoestima.
Asumiremos que merecíamos lo que nos ocurrió y al dolor por lo sucedido se sumará el sentimiento de fracaso e inadecuación. “Mi pareja me traicionó porque ya no soy atractivo“, “decidió terminar nuestra amistad porque soy aburrido y poco interesante“.
Los demás
También es común en nuestro intento por comprender por qué ocurrió algo, cargar a los otros con la responsabilidad. Así, atacamos la personalidad y los valores del otro, colocándonos en el papel de víctimas. “Me traicionó porque es cruel“, “se fue porque es egoísta“.
La vida
Por último, podemos terminar asumiendo que simplemente la vida es injusta, dura y cruel. Que por algún motivo tenemos mala suerte y estamos condenados a padecer lo que sea que acontezca. Nos resignamos y caemos en un peligroso pesimismo. “¿Para qué voy a esforzarme en lograr mis metas si no tengo control sobre lo que va a suceder?”.
No tienes que comprender por qué ocurrió, suéltalo y descansa
Cualquiera que sea la conclusión a la que te aferres, terminarás agotándote mental y emocionalmente y saldrás, irremediablemente, mal parado. En el primer caso destrozarás tu autoestima, en el segundo caerás en el rencor y la desconfianza y en el tercero te verás invadido por el pesimismo y la desesperanza.
Y lo más relevante de todo es que, generalmente, no podemos saber por qué las cosas ocurrieron de ese modo; y menos aún en ese mismo instante. En ocasiones el tiempo y la perspectiva nos otorgan la respuesta, pero otras veces simplemente no es posible saberlo.
¿Por qué un padre maltrata a su hijo? Puede que su propio dolor le impida ejercer la paternidad del mejor modo, puede que la educación que él mismo recibió sea la causante de su conducta. No podemos saber con certeza las causas de todo lo que nos sucede y tampoco es relevante. Llegados a ese punto, nuestra energía ha de dirigirse no a preguntarnos “¿por qué ocurrió?”, sino “¿qué podemos aprender de ello?”.
Tú necesitas esa energía para sanar, para integrar lo ocurrido y para salir adelante fortalecido. No malgastes tus recursos en tratar de comprender, inviértelos en ti. Si puedes extraer un aprendizaje de lo sucedido hazlo y sigue adelante, no te estanques en analizarlo obsesivamente. Tu futuro te necesita, tu pasado ya no.
Walter Mehrer L
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