Ceder es un arte y los maestros lo son porque eligen con acierto cuándo practicarlo y cuándo no. Cuando nos relacionamos con los demás, es normal que se produzcan disputas, desacuerdos o momentos de tensión, ya que en esa intersección entre “yo” y el “otro” aparecen diferencias de opinión, deseos, necesidades, sentimientos… Hemos de ser conscientes de que, a veces, para lograr que las relaciones funcionen, deberemos ceder, pero otras veces poner límites (y ambas acciones son igual de importantes).

A través de ello, aprendemos a conectar con nuestras necesidades y a priorizarnos, escuchando también las necesidades del otro. Este es el reto: aprender a ser flexibles y ceder sin dejar de proteger nuestros intereses. Sin embargo, encontrar este “punto medio” no es fácil. ¿Cómo podemos hacerlo?
¿Qué significa ceder en las relaciones?
Nos ocurrirá muchas veces, tanto en pareja como con los amigos o la familia. Nuestra posición será una y la posición del otro será otra, y no es posible razonar, porque la cuestión de fondo es de preferencias o de gustos.
En algunos de estos momentos será necesario ceder para que la relación prospere (y viceversa, dejar que el otro ceda en ciertas ocasiones). Se trata de “a veces cedes tú, y otras, yo”.
¿Por qué es importante ceder y cuándo hacerlo?
Al ceder, demostramos ser flexibles, tener la capacidad de adaptarnos a las situaciones, siendo capaces de dejar en un segundo plano los deseos o las preferencias personales. Estas concesiones son más fáciles con la empatía, que permite que nos llegue de manera más intensa, y como refuerzo, la alegría del otro. Walter Mehrer2
Poner límites: el poder de la asertividad
Poner límites es la consecuencia, junto con la asertividad, de saber que somos importantes, de que merecemos una consideración. Además, en ocasiones muchos de estos límites pueden quedar para nosotros -no sentimos la necesidad de hacerlos explícitos porque entendemos que el otro está muy lejos de traspasarlos-, pero en otras ocasiones sí tendremos que hacerlo, no siendo esta una tarea placentera. Aquí es precisamente donde entra en juego la asertividad.
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